viernes, 28 de septiembre de 2012
Superavit de pobres
Por Manuel Alcantara.
No es cierto que todo vaya a menos en España, como afirman los pesimistas antropológicos. Algunas cosas han crecido de modo espectacular, aunque nadie quiera asistir al espectáculo, ni siquiera los acomodadores. Más de un millón de compatriotas, incluidos los que quieren cambiar de patria, requieren la ayuda de Cáritas. Estamos perfeccionando el llamado Auxilio Social de la larguísima posguerra, pero le llamamos de otra manera. La benemérita organización dice que solo es una red complementaria y que no puede socorrer a todos. Los necesitados, según las estadísticas, se han multiplicado por tres y pasan por más necesidades cada día.
La miseria es un pozo, pero tiene fondo. En sus cenagosas aguas se agitan los gérmenes del descontento y quizá el fenómeno más reciente de la historia sea la crisis de la resignación.
Es una cabronada eso de venir una sola vez al mundo y pasar hambre y crece el número de personas que no se conforman con pasarlo bien en la otra vida y prefieren tener acceso a los bienes prometidos a la gente de buena fe y de buena esperanza, a no más tardar. No hay que confundir el hambre con el apetito. Muchos de los que acuden a Cáritas son parados de larga duración que hubieran preferido seguir trabajando. Se les ha agotado, en el mejor de los casos, el 'colchón familiar' y la economía sumergida, que venía salvando a muchos trabajadores clandestinos, está a niveles submarítimos. Hay que pedirle a Costeau el batiscafo para esos hondos niveles.
Lo pero de la pobreza es que no se encuentra a nadie dispuesto a prestarnos dinero. Mientras, Cataluña aspira a ser Puerto Rico y algunos desesperados atracan supermercados a punta de pistola. De ningún modo digo que hagan bien. Lo que digo es que eligen bien. En los supermercados siempre hay algo de comer y en los bancos no queda nada. Se lo han comido los de Bankia y otros benefactores de la sociedad