martes, 9 de junio de 2015

Carta abierta a Pablo Iglesias, desde Navarra

Hay una historia que quizá Pablo Iglesias no conozca y que seguramente le va a interesar. El 9 de enero de 1998 ETA asesinó en Zarautz al concejal del PP José Ignacio Iruretagoyena. La bomba lapa que le pusieron en el coche estalló cuando se dirigía a trabajar. Tenía 35 años y dos hijos, el más pequeño de seis meses. 
El crimen formaba parte de la estrategia que los responsables de la banda habían puesto en marcha cuatro años antes para “socializar el sufrimiento” (ya no bastaba con matar a policías o guardias civiles: había que llevar al cadalso a otros colectivos para que el conjunto de la sociedad se sintiera interpelado). Al conocer la muerte de Iruretagoyena, los concejales del Ayuntamiento de Pamplona se reunieron en sesión plenaria para debatir y aprobar -si era el caso- una moción de condena. Uno de los concejales de Herri Batasuna explicó que su formación no aplaudía ni condenaba los atentados, que sólo querían la paz. Le respondió Tomás Caballero Pastor, el portavoz de UPN. Iglesias es joven y seguramente no sepa que Tomás Caballero era entonces un político veterano que se había batido el cobre en el Consejo de Trabajadores del franquismo y que había hecho de la justicia social su “catecismo diario”. 
En realidad, él aún no había nacido: no tiene por qué saberlo. El caso es que en aquella sesión de condena, Caballero interpeló directamente a los concejales de Herri Batasuna. Les recordó que estaban utilizando el asesinato como un “instrumento de presión política” y les dirigió un ruego sincero y telegráfico: “No les llegamos a pedir que condenen los asesinatos -les dijo-, pero pidan que no maten, pidan que no maten”. 
PILAR ARAMBURO, RAFAEL DORIA, CHON LATIENDA, JAVIER MARRODÁN, PATXI MENDIBURU, SALVADOR ULAYAR Y CECILIA ULZURRUN, en representación de “Libertad Ya”
Lejos de atender su propuesta, los ediles de HB presentaron una querella contra él, acusándole de injurias y calumnias. Un juez la admitió a trámite y Egin le dedicó al caso titulares recurrentes de tipografía generosa. El 3 de febrero de 1998, mientras la querella seguía su curso, entrevistaron a Tomás Caballero en Onda Cero. La periodista quiso saber si merecía la pena dedicarse a la política municipal en un paisaje tan ingrato y el concejal respondió con sencillez: “Tenemos que seguir luchando para que nosotros -Dios nos dé muchos años de vida- podamos disfrutar también de esa paz y libertad que en este momento están quebrantadas por esos asesinos. O que por lo menos puedan disfrutarlas las generaciones que vengan después. Sería terrible que nos escondiéramos, que nos metiéramos en casa y les dejáramos el campo libre, porque todos íbamos a sufrir”. Estará de acuerdo Pablo Iglesias en que es difícil encontrar una razón más generosa para formar parte de una candidatura, la que sea. El desenlace seguramente sí lo recuerde: tres meses después de la querella y de la entrevista, Tomás Caballero fue asesinado a la puerta de su casa por varios pistoleros de ETA. Su hija María era entonces funcionaria en el Ayuntamiento de Pamplona. Alguna vez ha contado que asumió su condición de víctima como una responsabilidad y que por eso se sumó a la iniciativa de ‘Libertad Ya’, una plataforma que trató de plantar cara a la mafia abertzale cuando la pena de muerte aún estaba vigente en nuestro país.
Hoy es concejala en la misma corporación de la que formó parte su padre.
Estos breves antecedentes históricos le pueden servir a Iglesias para entender un poco mejor lo que está a punto de ocurrir en Pamplona: alrededor del escaño que ocupó Tomás Caballero se van a sentar miembros del mismo partido que le puso la querella, compañeros de aquellos que lo condujeron al centro de la diana y que después se limitaron a decir que su asesinato había sido “una expresión del conflicto”. Quizá alguno de los actuales responsables de Bildu hasta votasen a favor de la ponencia que planteaba lo de “socializar el sufrimiento”. “Pero ahora ya no matan”, puede que esté pensando Pablo Iglesias al leer todo esto.
Y es verdad: ya no matan, no les hace falta. Pero tendrá que admitir que si en pocos días ese partido se va a hacer con la alcaldía de Pamplona es porque los crímenes del pasado han resultado eficaces. De hecho, ETA ha dejado las armas por razones de estrategia o de conveniencia, y no por una autocrítica de carácter moral: no parecen muy convencidos de que sus ochocientos asesinatos sean algo reprobable, algo de lo que haya que arrepentirse. En el fondo, van a ocupar el hueco que los pistoleros dejaron libre al matar a Tomás Caballero. Le pediríamos a Iglesias que su partido no apoyara a un alcalde de Bildu, pero no parece que le inquieten demasiado estas cuestiones morales que tanto nos preocupan a algunos.
Lo único que le pedimos es que al menos no nos llame sinvergüenzas. Y ya puestos, que respete un poco más a María Caballero: ella podría haberse quedado todos estos años en casa, escondiendo su dolor o sus nostalgias, pero ha preferido recoger el testigo de su padre. Y hay muchos pamploneses que le estamos profundamente agradecidos. Salud.