En 1984 estalló el caso Banca Catalana
cuando los fiscales de Barcelona se querellaron
contra Jordi Pujol por estafa, apropiación
indebida y falsedad. El astuto político
banquero se envolvió en la senyera, se alió
con la derecha tradicional española y con el
felipismo y todos los poderes fácticos presionaron
hasta lograr el archivo de la querella
y el pago por todos los españoles del agujero
del pufo bancario.
Luego vinieron los años en los que Pujol
actuaba como moderador de la política nacional
a la vez que reinaba plácidamente en
Cataluña. Cuando vio confirmada la impunidad,
su familia (la política y la de sangre)
se lanzó con alegría a enriquecerse con el
cobro de comisiones. La corrupción se incrustó
en Cataluña y todos hicieron la vista
gorda a cambio del apoyo de CiU en el parlamento
español.
Voz de los Sin Voz nunca se cansó de denunciar
aquel pacto que se ha convertido en
uno de los hechos más calamitosos de la historia
política española. El pujolismo enfangó
la vida política española entera y no solo la
de Cataluña. A la vez que era nombrado “español
del año” por el periódico ABC, Pujol y
sus círculos familiares tejían un entramado
nacionalista controlador de los hilos del poder
impidiendo el protagonismo de la sociedad.
Su poder crecía a costa de las comisiones
de obras concedidas por la Generalitat. La incógnita del famoso porcentaje ha sido
despejada recientemente por un antiguo dirigente
de ERC quien lo cuantificó en el 5%.
¿A cuánto asciende el 5% de las obras de la
Barcelona Olímpica de 1992, de las obras
públicas que han transformado la ciudad de
Barcelona, de las autopistas…? Las cifras
pueden ser mareantes y nos revelan la magnitud
del problema.
El pujolismo se inventó el España nos roba.
Y, efectivamente, ahora todos hemos comprobado
que, en efecto, Cataluña estaba siendo
saqueada. Pero no era España quien robaba
sino que desde las entrañas del catalanismo
se ha instalado uno de los agujeros negros de
corrupción más salvajes de nuestra historia
reciente. El llamado derecho a decidir no es
más que un intento de las élites catalanas
de seguir acaparando beneficios, posición
social y monopolio del poder. La consulta
convocada por Artur Mas no es sino un capítulo
más de la historia que se inicia con
Banca Catalana. ¿Es la consulta un chantaje
al estado de derecho que ha puesto a sus
sabuesos a rastrear el destino del 5% y solo
cederá si logra su impunidad?. ¿Será por el
miedo a que los Pérez y García (apellidos
mayoritarios en Cataluña) empiecen a cansarse
de que unos caciques traten a Cataluña
como su finca particular?.
Las estructuras de Estado que prometen
CiU y ERC tienen las raíces podridas. Su valor
no va más allá de sus cuentas en paraísos
fiscales. Pujol fue al Parlamento catalán y no
explicó el origen de su fortuna, se permitió
reñir a los diputados por preguntarle y hasta
dio lecciones de ética. Un Estado que naciera
de ese Parlamento sería un estado fallido.
El grupo político mayoritario de Cataluña
se ha declarado heredero del proyecto político
creado por Pujol por lo que los libros de
Historia de ese hipotético Estado deberían
homenajear a su fundador orgulloso de ser
un delincuente. ¿Sería Pujol un ejemplo para
la juventud?.
Evitemos otro caso Banca Catalana. Mariano
Rajoy y Pedro Sánchez serán cómplices
de los corruptos si repiten el error cometido
hace quince años de pactar para evitar la
entrada en la cárcel de un banquero ladrón.
El problema de la consulta en Cataluña no
es solo la insolidaridad que implica crear
una nueva frontera que divida y clasifique a
las personas sino también el intento de hacer
de la corrupción el estado natural de la
vida política.