Cálculos conservadores cifran en más de 200.000 personas los muertos en estos cuatro
años de guerra en Siria. Muchos
de ellos niños. La guerra
ha provocado más de 4
millones
de
refug
iados que
han sido acogidos fundamentalmente en países
como
Líbano, Turquía, Jordania,
Irak y Egipto.
Todos estos refugiados no han huido. Han sido expulsados de sus casas y
ciudades.
Esa guerra se ha hecho con armas europeas.
Las empresas de armamento ha
n hecho
negocio con esta guerra con el permiso de la Unión Europea.
Pocas voces se alzaron contra esa
canallada. No hubo gritos de “No a la guerra” entre la falsa izquierda.
Pero ahora, c
uando
los
refugiados
llegan a Europa
es
cuando
la opinión pública
rea
cciona.
La llegada de refugiados a las fronteras europeas ha sido afrontada desde dos
perspectivas por parte de los gobiernos europeos: por un lado la aleg
ría representada en
Alemania, que ve
posibilidades de mantener su crecimiento económico a base de la explotación
de trabajadores jóvenes
,
muchos de ellos cualificados,
y
la oportunidad de
compensar su
envejecimiento demográfico. Por otro lado la represión y el rechazo con
los
que Hungría ha
tratado a los refugiados. Dos caras de la misma moneda.
Y como
sucede cuando la opinión pública europea pone un drama en primera página de
sus periódicos y telediarios, otros dramas son aún más silenciados. Como el de los expulsados
de sus países por el expolio de sus recursos naturales, por la explotación de sus pue
blos, por
otras guerras, por el hambre.
Para ellos, los que se encuentran en la frontera sur de España, no
habrá cuotas de acogida.
La postura del gobierno español ante la acogida de refugiados ha oscilado del “yo ya
hago bastante” al “si no hay más rem
edio...” El gobierno se escudaba en que hace bastante para
contener la presión migratoria en el norte de África y se ha puesto a si mismo de ejemplo.
La
realidad es que la política del gobierno español en la frontera sur ha ido destinada a desviar la
corrien
te migratoria hacia otros países del norte de África, haciendo más fácil la muerte en el
mar.
La patada de la tristemente famosa reportera húngara la lleva dando el gobierno español a
los emigrantes africanos desde hace años. No ha arreglado ningún problem
a. Lo ha trasladado
de lugar y lo ha empeorado.
6
0 millones de personas llegaron a
España en 2014. Y fueron acogidas.
Porque eran
turistas y traían dinero para gastar. N
uestro país es capaz de acoger a millones de personas.
Pero decide acoger a los que vi
enen con dinero y poner trabas, vallas, alambradas a los que no lo
tienen.
Ante la emigración forzada, partes de la sociedad han reaccionado con solidaridad y
entrega desinteresada ante las necesidades de los emigrantes. Pero esas necesidades son
inmensas.
Es imprescindible trabajar por la acogida del emigrante
. Pero no es suficiente. Es
imprescindible no llenar de vallas, alambradas y muros burocráticos el tránsito de personas que
buscan una vida digna.
Es imprescindible un trabajo decidido para terminar
con el expolio de
países empobrecidos que obliga a emigrar a millones de personas, rompiendo familias y
condenándo
las a un futuro de explotación. Por
hacer efectivo el
derecho a no tener que emigrar.
Y esa es una tarea política, tan humanitaria, al menos,
como la acogida del refugiado.
El gobierno español
y la Unión Europea deben
emprender una movilización diplomática
firme y decidida para poner fin a la
s
guerra
s. E
n Siria y en tantos otros países.
Y terminar con el
negocio de la muerte
y la complicidad
qu
e supone la venta de armas.