La Gran Sala de Estrasburgo no es la sola responsable del fallo contra la doctrina Parot. Ni siquiera el magistrado socialista español, López Guerra, puesto por el Gobierno de España en el TEDH para hacer lo que ha hecho, arrastrando a varios de sus colegas a fallar lo que han han fallado. Ni aun el Gobierno R. Zapatero, que en su negociación con ETA asumió que el cese del terrorismo etarra exigía el desmantelamiento de la arquitectura legal levantada por el Gobierno Aznar para derrotar a ETA. La legalizacción de Sortu y el caso Faisán son pruebas fehacientes del mismo proyecto. Hemos de retrotraernos hasta la misma Transición y hasta el comienzo de la Democracia. ETA entonces no era lo que es hoy para la inmensa mayoría de los españoles, y no sólo para los independentistas, sus admiradores y seguidores, o para el el PNV, que compartía con ella parte principal de su ideario. Para casi todos los políticos de entonces, por uno u otro motivo, la política penitenciaria no era tampoco lo que es hoy, después de tan terribles experiencias. La rehabilitación y la reinserción de los asesinos primaba sobre todo. No sólo era tabú, era un disparate mayúsculo pensar y hablar de la necesidad del cumplimiento íntegro de las penas, que sólo a trancas y barrancas, y despues de muchos años de terror, se admitió por muchos de boquilla. Y luego, aquel estribillo de la unidad de la lucha antiterrorista, que sólo ayudaba a una política de mínimos resultados y de máximas concesiones. Un grupo de jueces progresistas puso letra jurídica a toda ese pensamiento débil seudo progresista. Que es el mismo seguramente que el de los jueces del TEDH, lejanos de todo terrorismo, lejanos del sufrimiento de miles de víctimas. Cuando se piensa, se escribe o se habla en abstracto, igual da un crimen que veinte. Al editorialista de El País, que acoge estos días las voces coincidentes con el fallo, veinte años de prisión por veintitrés víctimas mortales no le parecen poco. Otro de sus voceros nos pontifica que este es el momento de poner las cosas a punto, equiparando a ETA con el Gobierno de España. Lo de siempre: la política de los dos extremos, para lucirnos los del medio, los progresistas de siempre, los liberales de izquierda, los perfectos, los eternos superiores morales, los que quieren seguir rigiendo el universo.
Victor Manuel Arbeloa