Tradicionalmente se nos viene repitiendo que las elecciones son la fiesta de la democracia. Si así fuera, este año sería de fiesta total puesto que en muchos lugares vamos a celebrar hasta cuatro elecciones: municipales, autonómicas y europeas -que tocaban-, más la convocatoria extra de elecciones generales.
Sin embargo, las elecciones, de por sí, no garantizan altos niveles de democracia; a lo sumo una apariencia de legitimidad democrática. Aparte del hecho de que haya elecciones hay que valorar la existencia de otros cauces de participación y de control por parte de los ciudadanos. Estos son escasos, y estamos lejos de formas de democracia más directa que serían deseables y posibles. También hay que valorar las normas electorales. Las últimas reformas no sólo no han favorecido una mayor transparencia y apertura, sino que, entre otros aspectos, han restringido el acceso a nuevos y pequeños partidos obligándoles, en las elecciones generales, a cumplir una y otra vez un requisito de recogida previa de firmas que dificulta sobremanera el pluralismo democrático. Los partidos con representación no han hecho nada en este sentido, ni siquiera los que se han interesado formalmente por una reforma de la ley electoral. Su inicial predisposición ha quedado en agua de borrajas y de hecho se han posicionado en contra de un sistema realmente democrático y representativo de todas las sensibilidades de nuestra sociedad.
El Partido SAIn intenta generar esta cultura democrática desde la base de la sociedad, y por eso damos mucha importancia al trabajo desde el municipio. Igualmente creemos que el contexto político europeo en el que estamos integrados, debe tener, como principio fundamental, la solidaridad tanto a nivel interno como externo, especialmente con las personas más empobrecidas: parados y trabajadores precarios, hambrientos, inmigrantes empobrecidos, refugiados… Concretándolo en la defensa universal de derechos humanos fundamentales como el derecho a la vida, al trabajo, la vivienda, la salud y la educación entre otros.